Haití: antiamericanismo primario

La decidida actuación de Estados Unidos en el devastado Haití desató una reacción desmedida de desconfianza, como si la tropa yanqui, dirigida por un pérfido Barack Obama, fuera a aprovechar esa inconmensurable tragedia para apoderarse de tan paupérrimo país. Francia, Brasil, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y gente de la izquierda caviar europea pusieron el grito en el cielo. Algunos tuvieron prontamente que recoger velas.

En Internet cobra fuerza que Estados Unidos provocó el terremoto del 12 de enero. Según medios estatales venezolanos bajo control de Hugo Chávez, que citaron información militar rusa, el sismo en Haití y otros, como los ocurridos en Honduras, Venezuela y China, son producto de una terrorífica tecnología que prueban los militares estadounidenses, conocida por sus siglas HAARP [High Frequency Advanced Auroral Research Project], capaz de hacer temblar la tierra y crear violentas anomalías climatológicas. Siempre según esos medios del aparato de propaganda chavista, Estados Unidos tiene en mente acabar a golpe de terremoto con la dictadura iraní de Mahmud Alamadineyad. En esa lógica, el fuerte temblor, de 6,1 grados, que ocurrió en Haití el jueves 20 puede ser un intento de los militares estadounidenses de matar a sus propios camaradas. Ya hay en Haití 12.500 efectivos y se esperan otros 4.000.

La presencia maciza de Estados Unidos fue solicitada por el presidente haitiano, René Préval, en medio de la tragedia apocalíptica que sufre su desvalido país. Pero se ha llegado a decir que el débil gobernante antillano fue obligado a delegar el control de su país en el Pentágono. Estados Unidos hizo oídos sordos a las críticas. Transportó soldados, hizo el desembarco, estableció bases y ha comenzado a poner orden en el caos para dar viabilidad a tan gigantesca operación humanitaria. ¿Cuánto tiempo se quedará? Esta es otra cuestión. Para quien quiera una respuesta piense que un contingente de cascos azules de la ONU, del tamaño de las fuerzas desplegadas hasta ahora por Estados Unidos, en seis años y sin terremotos consiguió avanzar muy poco en un país historicamente descoyuntado y dejado de la mano de Dios.

El presidente galo, Nicolas Sarkozy, tuvo que enmendarse la plana a sí mismo y a su Secretario de Estado de Cooperación, Alain Joyandet, por sus críticas destempladas a la gestión estadounidense del aeropuerto de la capital haitiana. Parece que los franceses han digerido mal el papel preponderante de Estados Unidos en auxilio de aquella antigua colonia gala donde las tropas de Napoleón sufrieron una temprana derrota a manos de esclavos negros, que llevó a la primera emancipación de un país en la actual América Latina.

España, cabeza de la UE durante este primer semestre, tuvo que dar jabón a Estados Unidos para evitar malos entendidos. «Consideramos que la intervención de EE UU es crucial y muy positiva», dijo el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. «Ver helicópteros, marines que llevan alimentos, ponen orden y salvan vidas a mí personalmente me paree un hecho a aplaudir», dijo ante el Parlamento Europeo el presiente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. La Unión Europea ha demostrado que su maquinaria funciona lenta y pesadamente. Ha quedado superada de largo por iniciativas solidarias de país miembros. Lady Ashton, la alta representante de la UE, dejó pasmado a la concurrencia en su primera rueda de prensa tras el terremoto. «Cuantos más cargos y nombramientos tenemos, menos existimos como UE», se lamentó la eurodiputada liberal francesa Marielle De Sarnez.

Brasil, aspirante a potencia mundial y con cierto prestigio como líder de la Misión de Estabilización de la ONU para Haití (Minustah) –con 9.000 cascos azules que serán reforzados con otros 3.500— también ha sido desplazado muy a su pesar. A la hora de la verdad Brasil ha dejado patente su falta de liderazgo. La ONU no puede escudar su ineficiencia en la conmoción por el drama de su gente en Haití, con su sede hundida, cerca de 50 muertos y 500 desaparecidos.

Estados Unidos, como señalan muchos medios de comunicación, es la única potencia global capaz de ponerse en marcha. Aparte de Estados Unidos no hay ningún otro país dispuesto a correr el riesgo de implicar a sus militares, señaló específicamente el diario madrileño ABC. En la Folha de São Paulo se podía leer una descalificación a Brasil como «rottweiler sin dientes» y a su ministro de Defensa, Nelson Jobim, por practicar contra Estados Unidos una retórica que es «pura masturbación diplomática».

Antiamericanismo primario como el de Hugo Chávez secundado por sus resonantes Daniel Ortega, de Nicaragua, y Evo Morales, de Bolivia, que acusaron al «terrible imperio» de aprovechar tan colosal desgracia natural para «invadir y ocupar militarmente» Haití.

Como la ONU ha fracasado en Haití, ¿qué país está en condiciones de repartir ayuda, recuperar infraestructuras y abrir rutas esenciales para el abastecimiento, restablecer comunicaciones y garantizar la seguridad? ¿Qué otra nación puede contribuir evitar la amenaza para la paz y la seguridad internacionales en la región que, según en propio Préval, constituye Haiti? Ni siquiera la Minustah de la ONU puede, según ha reconocido el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. ¿Quizás Venezuela, Nicaragua y Bolivia, que son demostradamente incapaces de dar respuestas a sus múltiples problemas internos humanos, de seguridad y de infraestructuras? ¿Irá Chávez con sus abultada petrochequera a habilitar el puerto marítimo de Puerto Príncipe, destruido en un 80%, para desembarcar el combustible que ha prometido?

Estados Unidos se le reprochó entorpecer la entrega de alimentos y medicinas. No es correcto. La ayuda se acumulaba por toneladas porque nadie había sabido establecer un sistema de distribución. Demasiado voluntarismo, centenas de «oenegés», muchos pugnando por salir en las noticias… Desorden en medio del caos. Tan importante es que haya ayuda como que llegue a las víctimas. A los haitianos sedientos, hambrientos, en pánico y a punto de matarse entre ellos tanto les da si los alimentos, el agua, las medicinas, las tiendas de campaña, la ropa y todo lo mucho que necesitan son de procedencia yanqui, europea o china. En Haití las tropas y los equipos son tan necesarios como los alimentos. Hay que asegurar el orden, evitar los saqueos y que la desesperación lleve a la gente a matarse; hay que limpiar calles y carreteras, remover millones de toneladas de escombros, sacar cadáveres, instalar hospitales, potabilizar agua, recuperar infraestructuras, restablecer comunicaciones, evitar una explosión humana, una desbanda hacia el mar en busca de la tierra prometida en Estados Unidos o por tierra hacia República Dominicana. El mundo tiene que ver cómo da a los haitianos motivos de vida.

Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@hotmail.com

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