El presidente Barack Obama ha demostrado tener muy claras las cosas. Prometió levantar las restricciones de viajes a la isla a los cubano-estadounidenses y los envíos a sus familiares y lo ha cumplido con creces antes de los cien primeros días en la presidencia. Lo ha hecho a cambio de nada. Pero ha pedido que los Castro correspondan el gesto. Ahí están sus últimas declaraciones antes de la Cumbre de las Américas en Puerto España.
Obama habló implícitamente de ese bloqueo interior que el petrificado régimen castrista tiene sometido a los cubanos al pedir la adopción de medidas favorables a la democracia y los derechos humanos, políticos, religiosos y civiles en general; la excarcelación de presos políticos; la libertad de expresión, de creación y de empresa, para que la gente en la isla pueda hacer las cosas que las personas del continente hacen sin preocupación y disfrute de mejores oportunidades en la vida.
El mandatario estadounidense ha recogido la rama de olivo que en su día le ofreció Raúl Castro. Sin duda para que los hermanos Castro -sobre todo el gran hermano, Fidel- no le atribuya intenciones aviesas, ha explicado que actúa de «buena fe» y que quiere «ir más allá» de las medidas liberadoras recién adoptadas, lo que equivale a una expresión clara de su voluntad de llegar al levantamiento del embargo impuesto por John Kennedy en 1962. Para alcanzar esa meta Obama dice que mira hacia La Habana en busca de «alguna señal de que va a haber cambios» de que «Cuba quiera correspondernos».
La pelota está en la cancha de los hermanos Castro. ¿Aceptarán el juego? Es muy dudosa que lo hagan. Fidel ya ha dicho que las decisiones de Obama suponen cambios mínimos y pide mucho más. Por ahora ha solicitado que Estados Unidos pida perdón por el intento de invasión de Bahía Cochinos hace casi medio siglo. Pronto pedirá miles de millones como indemnización por los alegados daños producidos por el embargo. Fidel y Raúl seguirán adelanta, como ellos dicen, con la frente muy alta, mientras el pueblo cubano agacha la cerviz agobiado por tantos problemas, sobre todo el de buscar el pan nuestro de cada día. Raúl ha sacado a relucir argumentos manidos sobre la necesidad de que Estados Unidos respete la soberanía cubana y el derecho a la autodeterminación de su pueblo, asuntos estos que la administración Obama obviamente no cuestiona.
Es una «ironía» –afirma Obama– que mientras "nosotros estamos levantando las restricciones a los viajes", todavía haya "muchos cubanos que no puedan salir de Cuba". De hecho, casi ningún cubano puede salir de la isla y desde luego nadie sin permiso expreso del gobierno. En cuanto al dichoso embargo, Cuba puede comerciar libremente con cualquier país del mundo menos EEUU, aunque a su vecino del norte le compra el 80% de los alimentos que consume. Ahora Obama ha autorizado el comercio de todo lo que más ayuda al hombre a ser libre: la información y las comunicaciones.
Evidentemente hay en curso un cambio muy significativo en las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del sur, tanto en la forma como el fondo, si bien mandatarios gamberros como el venezolano Hugo Chávez o el boliviano, Evo Morales –que anda denunciando extraños planes para asesinarlo– seguirán haciendo todo lo posible para evitar que empiecen a mejorar las relaciones de América Latina con Washington. De hecho, en una reunión, la víspera, en Cumaná (Venezuela) ambos atizaron la discordia. Gobernantes como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, con una gran ascendencia sobre la izquierda latinoamericana, o la propia Michelle Bachelet, tienen mucho que hacer para refrenar los ímpetus levantisco de Chávez y sus segundones, que pueden dar al traste con la oportunidad de oro, sin precedentes, que se ha abierto con la llegada de Obama a la Casa Blanca.
Es hora de que el «patio trasero» se conviertan en una suerte de «jardín de las delicias» donde todas las partes puedan emprender buenos negocios, hacer causa común contra los problemas que los afligen y los pueblos celebrar su gran encuentro en la libertad y la democracia sin más tiranos ni salvapatrias.
Francisco R. Figueroa
No hay comentarios:
Publicar un comentario