El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha ninguneado a España al proponer una ampliación del Grupo de los 8 (G-8) países más ricos del mundo, en la reciente presentación de su política exterior.
Sarkozy hizo una segunda propuesta sobre nuevos miembros para el Consejo de Seguridad de la ONU que, sumada a la primera, tendría como posible objetivo reforzar la posición francesa en América Latina en detrimento de España.
Que lo consiga es otra cosa.
España anhela formar parte del G-8 desde que superó a Canadá como octava economía mundial. Además, está entre los seis primeros países del planeta por comercio mundial y entre los cuatro por inversiones directas y grado de liberación economía.
Especialistas consideran que España tiene más derecho a la membresía incluso que Rusia, país que en 1998 fue invitado a unirse al club de las grandes democracias desarrolladas por las reformas económicas llevadas a cabo por el entonces presidente Boris Yelsin. Pero Rusia es un país que no puede ser homologado como una democracia y su peso económico es menor incluso que el de Brasil, México o Corea del Sur.
Al proponer Sarkozy la inclusión en el G-8 China —cuarta economía mundial— se entiende que, al menos para Francia, la democracia y las libertades fundamentales no son importantes en ese presumible gobierno mundial, que controla casi la mitad de toda la riqueza del planeta.
Al exponer el lunes 27 en la conferencia de embajadores franceses, reunida en el Palacio del Elíseo, la nueva política exterior gala para lograr una Francia «fuerte» tanto en lo económico como en lo diplomático y lo militar, Sarkozy hizo varios gestos propios de la «grandeur» francesa.
Entre otras cosas, defendió la ampliación a trece miembros del G-8, con Brasil, México, China, India y Sudáfrica, y la entrada al Consejo de Seguridad de la ONU de diferentes naciones, entre ellas Brasil.
Al demandar la inclusión de dos naciones latinoamericanas en el G-8 y de una en el Consejo de Seguridad, Sarkozy le concede una relevancia en el concierto global a América Latina que hasta ahora nunca soñó. Francia posiblemente haya ganado varios enteros en la cotización de los latinoamericanos.
Aunque lo dicho por Sarkozy bien puede obedecer a esa política tan francesas de los gestos, de «grandeur» al más puro estilo gaullista, y sea demagógica y oportunismo puesto que la incorporación de Brasil y México al G-8 está cantada y con la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU gran parte del mundo está de acuerdo.
Cuando menos lo dicho por Sarkozy representa sendos aguijonazos a las relaciones de España con las naciones iberoamericanas. América Latina es quizás la región del mundo donde la cultura francesa se impuso con más fuerza. Su influencia fue decisiva en el proceso de independencia de las repúblicas al sur del Río Grande, hasta bien avanzado el siglo XX, siempre en perjuicio de España.
Después Francia receló el auge español tras el fin de la dictadura franquista, una impecable transición política en la que los demócratas latinoamericanos miraron para librarse de las dictaduras militares, la institucionalización de las Cumbres Iberoamericanas y, finalmente, la explosión de las inversiones.
Conocedores de América Latina consideran que el esfuerzo que hace Francia puede resultar vano ya que su presencia económica en América Latina es limitada, la cultural francesa allí se ha convertido en muy elitista, las inversiones se han demostrado medrosas o timoratas (como en Argentina) y fracasó cuando metió cizaña con la Unión Latina.
No se puede olvidar que Francia mantiene tres situaciones coloniales en América Latina camufladas como departamentos de ultramar: Guadalupe, Martinica y Guayana. También mantiene en América Latina cerca de 250 centros de la Alianza Francesa y una veinte del Liceo Francés.
Los especialistas consideraban que el principal obstáculo de España para unirse al G-8 es que no aporta mayor representatividad al grupo a nivel mundial puesto que ya forma parte del mismo cuatro naciones de la Unión Europea (Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia). Esto es considerado una argucia o una posición cínica por los partidarios del ingreso de España.
Otros apuntan en contra de España que próximamente irá perdiendo posiciones, hasta quedar como decimoquinta potencia mundial, pues será superada por naciones como Brasil, México, India o Indonesia. Hay quienes sacan a relucir la alegada irrelevancia de la política externa española, los cambios de orientación habidos con los dos últimos gobiernos de Madrid y las malas relaciones actuales con Estados Unidos.
Francisco R. Figueroa
franciscorfigtueroa@hotmail.com
www.apuntesiberoamericanos.com
Me parece muy fuerte que España pierda tanto peso internacional como para colocar en el puesto número 15, pero es evidente que el presidente francés logra desplazar a España en lo que atañe a América Latina.
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