José María Aznar ha dejado constancia de que le gusta apurar la botella y que cuando bebe se embala si se trata de atacar al Gobierno socialista.
Las palabras que el político conservador pronunció aparentemente bajo los efectos del vino, durante el homenaje que le dieron unos bodegueros castellanos, pusieron de manifiesto un talante bravucón y falta de responsabilidad de alguien que ha desempeñado la presidencia del gobierno de España, según todos los comentarios.
Aznar arremetió contra la campaña que la Administración socialista lleva a cabo sobre los excesos de velocidad y los riesgos del alcohol al volante. «A mi no me gusta que me digan que no puedo ir a tanta velocidad ni beber vino. (…) Déjeme que beba tranquilo, mientras no ponga en riesgo a nadie ni haga daño a nadie (…), dijo Aznar, quien defendió la necesidad de dejar a los ciudadanos tomar sus propias decisiones porque «en eso consisten la libertad y la responsabilidad individuales».
Pero una cosa es defender el consumo de vino, que, por cierto, se extiende como producto de prestigio social y cultural, y que cada día que pasa hay en el mercado mejores caldos, y otra mezclar atolondradamente su consumo con la conducción de vehículos en una España donde en promedio ocho personas mueren diariamente en accidentes de tráfico –eran once en 2003–, el 70% de los accidentes se deben a causas humanas y en uno de cada tres percances está presente el consumo de alcohol.
Las palabras de Aznar desataron encendidas polémicas en España. Entre centenas de comentarios de Internet se pudo leer: «Aznar iba borrachete y le ha salido el chulo que lleva dentro». Y en otro: «Si no estaba borracho, es que se ha vuelto loco». Las fotos del acto donde habló Aznar, publicadas en la prensa, parecen bastante elocuentes.
Una asociación de víctimas de las carreteras ha exigido que Aznar se disculpe ante los miles de familiares de personas que han fallecido por culpa de otros que iban bebidos. «Le importa poco la vida de las personas» (…) «Es un frívolo, pese a su aspecto adusto» (…) «Podría haber hecho apología del terrorismo en la carretera» (…) «Es sumamente irresponsable», le han dicho.
Voceros del Gobierno ha hablado también de «irresponsabilidad» por parte de Aznar, de que sus palabras fueron «repulsivas», «inauditas», «antisociales» e «impresentables de que habló «bajo los efectos euforizantes del vino» y de que al jubilado político derechista «las vidas humanas le importan poco». Para los socialistas, las palabras de Aznar son una dulce pera al vino en medio de la campaña para las elecciones regionales y municipales que habrá a fin de mayo.
Antes de que amainara la tormenta, Aznar mandó a un allegado a matizar que «en ningún momento quiso minusvalorar el riesgo de mezclar alcohol y conducción» y que cuando gobernó adoptó contra los excesos de alcohol al volante.
El peso de Aznar en la vida española es desmesurado para ocupar un cargo honorífico en el derechista Partido Popular (PP), al que mantiene aún amarrado hasta el punto de que condiciona a Maria Rajoy en su búsqueda por el espacio de centro que su liderazgo necesita. Aznar dicta la ideología de derechas y Rajoy aguanta el tipo. Por cierto, Rajoy ha eludido pronunciarse sobre las palabras de Aznar.
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