Quimeras en Isla Margarita

La Cumbre Energética Suramericana celebrada en Isla Margarita acabó en fracaso para el presidente anfitrión, Hugo Chávez. Alquimista de una panacea para los problemas energéticos suramericanos, el gobernante venezolano finalmente solo logró cocinar en el hornillo de atanor lo que él mismo llamó «un concepto».

En realidad es una nueva sigla: UNASUR, el acrónimo de la Unión de Naciones del Sur, un nuevo ente para una largamente perseguida integración regional que hasta ahora no pasa de una espesa sopa de letras de instituciones y organismos con resultados escasos.

En Margarita quedó claro que en América del Sur no van todos a una, como sugiere el «concepto» de Chávez. Cada uno va a lo suyo y unos pocos se dejan llevar.

Los ocho presidentes suramericanos –no asistieron los de Perú, Uruguay, Guayana y Surinam– manifestaron retóricamente su empeño en estimular los potenciales energéticos de Suramérica, que dispone del 25% de las reservas de energía mundial y cuyos recursos hídricos equivalen a todas las reservas conocidas de petróleo en términos de producción de electricidad.

Hugo Chávez pretendió que la cumbre tuvieran otros alcances. Con apoyo de Argentina y Bolivia defendió una OPEP suramericana del gas. Pero se toparon con Brasil, cuyo gobierno, apoyado por Colombia, consideró un sin sentido plantear la integración de un cartel en defensa de los intereses de las naciones productoras de gas en una conferencia presidencial a la que asistían también naciones consumidoras. Brasil es un gran consumidor de gas y dejó claro, una vez más, que no va a tirar piedras contra su tejado. Allá Argentina, Bolivia y Venezuela con lo que hagan por su cuenta, dijo el Canciller brasileño, Celso Amorim. Chávez no acaba de entender que no hay unión ni bloque suramericano o latinoamericano sin Brasil, que en todos los sentidos pesa tanto como todos los demás juntos quitando de la báscula a México

De nuevo Brasil se cruzó en las pretensiones de Chávez y del boliviano Evo Morales, quienes pretendieron incluir en el documento final de la cumbre una referencia –acorde a las ideas expresadas también, puño en ristre, por Fidel Castro– de que la producción de etanol está reñida con la de alimentos. Finalmente parece que quedo entendido que una cosa es el etanol extraído de la caña de azúcar, como en Brasil, y otra el que se destila del maíz, como Estados Unidos. ¡Qué felicidad! Chávez, Morales y hasta el ecuatoriano Rafael Correa celebraron las excelencias del etanol de Brasil, cuyo presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, explicó pormenorizadamente los alcances en su país de esos biocombustibles que se producen desde hace por lo menos treinta años, con los que carbura más de la mitad del parque móvil nacional, y de una industria que ahora trasciende fronteras y está a punto de rendirle al país pingües beneficios. Exactamente con el mismo derecho que Venezuela exporta crudo, Brasil comercializa etanol. De modo que se pudieron sortear las diferencias y declarar que no hay oposición si no complementariedad entre los combustibles de origen fósil y los que se extraen de los vegetales.

La construcción del Banco de Sur –Chávez andaba poniendo a todo gas los ladrillos de ese edificio– puedo haber quedado en quimera. De nuevo Brasil se cruzó en los planes del ardoroso militar venezolano. Chávez ya ha anticipado que no quiere peleas con Lula. Brasil ha dicho que quieren saber qué es ese dichoso banco y para qué va a servir. Al oponerse así a la creación de Banco del Sur, Lula le enmendaba la plana a su ministro de Hacienda, Guido Mantega, quien poco días antes, en Washington, había dado seguridades en el sentido de que su país participaría en el banco que impulsa Chávez.

Por lo demás, Isla Margarita pudo ser una fiesta.

Francisco R. Figueroa

1 comentario:

  1. Como siempre, sigue vigente en Iberoamérica el populismo de las formas, los simbolismos y los mensajes de buena voluntad hacia la integración latinoamericana, sin que haya contenido ni argumentos válidos para el progreso del subcontinente. Como bien dice el comentario, la Isla Margarita pudo ser otra fiesta del militar, ex golpista, Hugo Chávez, que dirije el rumbo de Venezuela y pretende hacerlo en toda América Latina.

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