El comandante Hugo Chávez está de aniversario doble. Celebra su llegada a la presidencia por la vía de las urnas, hace ocho años, y el cruento asalto armado al poder que capitaneó hace quince.
El aniversario de la llegada al poder el 2 de febrero de 1999 ha quedado minimizado y eclipsado por la celebración de la intentona golpista con un desfile militar aparatoso, similar al del Día de la Independencia, acompañado de movilizaciones civiles y la marcha de cerca de diez mil reservistas.
La idea de Chávez quizás sea convertir el aniversario golpista en un remedo en el ritual de su revolución del asalto al cuartel Moncada en la castrista. Hugo Chávez afirma que «aquel relámpago que fue el 4 de febrero de 1992 partió en dos la historia venezolana» y que él es «hijo de ese relámpago».
Chávez y otros jefes militares de graduaciones media y baja se alzaron en armas contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que había sido escogido a fines de 1988 por el 53 % de los votantes. El de Pérez era, por tanto, un gobierno legítimo y democrático, como también lo era el que encabezaba Chávez cuando sus rivales trataron de derrocarle en abril de 2002 en una asonada civil y militar.
En ambas épocas había en Venezuela una tremenda intranquilidad social y una severa crisis. En los dos alzamientos corrió la sangre. Fueron acciones violentas para apoderarse del poder contra la Constitución y las leyes.
Chávez y los golpistas de 1992 justificaron su alzamiento en el malestar popular, la corrupción, el fracaso del modelo democrático instaurado en 1959, tras la caída de la dictadura, y que Carlos Andrés Pérez había usado a los militares para reprimir, en febrero de 1989, un motín popular, que explotó en los suburbios de Caracas y prendió en otras ciudades, en repudio al estricto programa económico neoliberal que acaba de aplicar el mandatario. Hubo toda clase de excesos y centenares de muertos.
«Pérez había sido ilegitimado por el pueblo. Nos mandó a los militares a rociar de plomo a nuestro pueblo cuando éste salió a pedir justicia. Echó las tropas como jaurías a las calles a masacrar con ametralladoras a mujeres y niños. Eso fue indignante para un soldado. Eso no era de demócrata; era de tirano. Nosotros nos alzamos contra esa tiranía y así está reconocido por Dios y por el pueblo. Yo soy producto de aquella rebelión y mi legitimidad se basa en ella...», argumentó Chávez en una entrevista que le hice.
Con el paso del tiempo, Chávez ha logrado liberarse del calificativo de militar golpista. Ahora es él quien descalifica asiduamente como golpistas a sus adversarios políticos. La cuartelada, pues, ha sido dignificada y así el alzamiento de aquel grupo de oficiales carbonarios que trataron de derrumbar un gobierno demócrata se celebra hoy como el Día de la Dignidad. Aquella asonada es ahora presentada como «una rebelión patriótica, justa y necesaria», su aniversario «una fecha magna y emblemática» y su consecuencia fue que «el pueblo venezolano se convirtió en actor y juez de su propio destino», según dicen los portavoces del régimen venezolano.
De este modo, «patriotismo» es lo que ocurrió hace 15 años y «golpismo» los acontecimientos de 2002, que tuvieron a Chávez derrocado durante 48 horas y a apunto de ser fusilado, y los derivados en 2003 cuando mediante una huelga en el sector petrolero se trató de asfixiar económicamente a su gobierno.
El siglo XXI comenzó en Venezuela con el enorme malestar social que se arrastraba por lo menos desde 1989 pues los noventas del siglo pasado fueron una década perdida que sólo sirvió para agravar la situación interna.
Dos huelgas generales habían sido convocadas por la principal organización empresarial venezolana a causa de las leyes que Chávez promulgó en 2001 por decreto. Una de esas leyes permite la expropiación de tierras y ha sido usada recién ahora para confiscar 40 haciendas.
La Asamblea Nacional (el congreso unicameral venezolano), monocromáticamente chavista, acaba de delegar en el presidente el poder de gobierno por decreto durante 18 meses. En ese plazo pasarán al control del Estado, por lo que se sabe hasta ahora, la gran empresa de telecomunicaciones CNTV, todo el sector eléctrico (con media docena de empresas) y las cuatro empresas petroleras de capital mixto bajo control privado. Hay afectados grandes capitales privados de Estados Unidos, España, Gran Bretaña, Noruega y Francia.
El alzamiento del 4 de febrero de 1992 le dio notoriedad a Chávez. Curiosamente, todos los demás jefes golpistas alcanzaron sus objetivos, menos Chávez, que debía haber tomado el palacio presidencial de Miraflores y hecho prisionero al presidente Pérez. Pero se quedó como amedrentado en el Museo Militar de La Planicie. En el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, dos grupos cumplieron sus objetivos, pero el que conducía Fidel Castro sufrió el traspié que acabó echando al garete la toma de la principal sede militar en Santiago de Cuba y la segunda fortaleza en importancia del país.
Encarcelado en el presidio de Yare, el entonces teniente coronel Chávez y los demás jefes de la asonada tuvieron sus juicios sobreseídos en 1994, por un pacto entre el conservador presidente Rafael Caldera a cambio de que la izquierda radical y comunista apoyara su muy precario gobierno. Todos tuvieron que renunciar a la milicia.
Chávez recorrió el país palmo a palmo con su propuesta política revolucionaria de refundación de la república. En 1998 sus partidarios arrasaron en las legislativas y él en las presidenciales, frente a unos adversarios de los partidos tradicionales tan ciegos y embotados que cuando quisieron darse cuenta de que venía Chávez éste ya estaba en el palacio de gobierno.
Luego tratarían de sacarlo del poder, primero lanzando las turbas contra el Palacio de Miraflores para desencadenar el golpe, después mediante la asfixia económica y por ultimo a través de las urnas. Pero la revolución chavista se ha robustecido paso a paso, sin prisa pero sin pausa, todo calculado con ese olfato y sentido de la oportunidad que caracteriza el presidente venezolano.
Cada vez son más claros sus tintes militaristas, populistas y caudillistas del sistema de gobierno. El binomio Fuerzas Armadas-Pueblo se ha consolidado. Los centros de formación ideológica —las madrazas de Chávez—, están a pleno rendimiento. La reorganización política avanza en para el control mediante los llamados «consejos comunales». La supervivencia de las autoridades locales y regionales emanadas de las urnas parece en peligro. Con las nacionalizaciones en curso, no menos del 90 % del aparato productivo quedará en manos del Estado, es decir, de Chávez. A eso se suma la subordinación del Banco Central y el rearme de las fuerzas militares. La reforma constitucional en curso acabará de asentar los fundamentos legales de la revolución socialista. Chávez gobernará por decreto durante año y medio y podrá renovar ese plazo porque el parlamento le es enteramente fiel.
Francisco R. Figueroa
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Es lamentable que el presidente de Venezuela, que se perfila como líder sucesor de Fidel Castro en América Latina, copie el modelo argentino, del general Juan Domingo Perón, que impulsó a mediados del siglo pasado. Argentina aprovechó la miseria de la postguerra para exportar materia prima (carne y cereales) pero no logró la industrialización del país. Argentina, al igual que Latinoamérica, sigue exportando bananas y no conoce el valor añadido. Chávez ha promovido un gobierno totalitario que, a su vez, intentan copiar el presidente de Ecuador, Rafael Correa, y del Bolivia, Hugo Chávez. En estos momentos la diferencia está entre la propuesta democrática de Chile y Brasil frente al totalitarismo de Venezuela, Ecuador y Bolivia, sin olvidar a Cuba, mientras Estados Unidos se restrega las manos.
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